domingo, 16 de agosto de 2009

BRECHA ENTRE RICOS Y POBRES




BRECHA ENTRE RICOS Y POBRESBasta apelar la la definición de CINISMO que nos brinda la real academia española del término cinismo: Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables para arribar a la conclusión casi elemental de que el manifiesto kirchnerista de favorecer a los que menos tienen con la premisa de tender a la equidad social es un discurso vacío de contenido y, lo que es peor: la inequívoca sensación de estar ante un enemigo agazapado, que esconde sus verdaderas intenciones. Es probable que entre los lectores , no exista ningún adepto al gobierno, ya que el grueso del electorado que lo sostiene (y lo seguirá sosteniendo, al menos en la franja de votos que le de un poder suficiente como para seguir haciendo de las suyas) , porque a esta altura , el decrecimiento del poder adquisitivo, le impedirá ir a un cyber y mucho menos, pagar la cuota de la luz. Cimentado en la manipulación de la ignorancia, bandera histórica del peronismo, los humildes ni se enterarán de que se están cavando su propia fosa. Basta escuchar las manifestaciones públicas de los tíetres que responden a los K para darnos cuenta que lo declamado, dista astronómicamente de lo real: Agustín Rossi, decía ayer en diálogo radial con Ernesto Tenenbaum(Uno de los pocos periodistas creíbles que por ahora no se bajaron los pantalones ante el sistema) que durante el gobierno, se achicó la brecha entre los ricos y los pobres. Afortunadamente, los mecanismos de la modernidad bien utilizados, a través de un estudio de la Uca, sirven para desenmascarar tamaña mentira. Los elementos están a la vista. Quienes le den o no , con nuestro voto, la porción de poder que piden a gritos, saquen las conclusiones del informe que publicó ayer La nación on line Escenario A pesar del fuerte incremento de la actividad económica y de la caída del desempleo, las diferencias sociales crecen junto con el PBIEl incremento de la brecha entre ricos y pobres estuvo casi siempre vinculado con la caída del nivel de actividad; ahora no es así y los analistas buscan explicaciones y remedios posiblesEl Gobierno primero intentó esquivar el tema aludiendo a mediciones incompletas por parte del Indec. Pero en febrero el propio presidente Néstor Kirchner lo admitió: hay un incremento en la desigualdad, es decir, en la disparidad de ingresos entre los diferentes grupos sociales. El asunto no generaría tanta controversia en una economía en crisis, pero en una Argentina que crece a tasas del 9% anual y reduce a casi un dígito la tasa de desempleo enciende varias luces de alerta. La informalidad laboral, la desaceleración de la tasa de creación de empleo, la inflación y el gasto público social ineficiente aparecen como los principales sospechosos del proceso de polarización. Economistas y sociólogos no recuerdan un período de recuperación en el que la brecha entre ricos y pobres se haya agrandado, con lo cual el fenómeno resulta nuevo, aunque el deterioro del ingreso y la polarización social cargan con 30 años de historia. En 1974, la distancia entre los que más y menos ganaban era de cinco veces; en 1994, de 18 y, en 2005, de 31. Según los datos del tercer trimestre de 2005 de la Encuesta Permanente de Hogares, el 20% de las personas que perciben ingresos en la Argentina se queda con el 53,6% de la torta, mientras que, en el otro extremo, un 40% de la población debe conformarse con el 11,7% de los recursos. El 10% de las personas ubicadas en la franja más elevada gana, en promedio, $ 3268 y el decil más pobre, $ 106. La brecha actual es muy similar a la de octubre de 2002, cuando el país transitaba por el peor momento de la crisis y no ha mejorado desde entonces. Diferente es el panorama en otras áreas de la economía. En 2002, el PBI cayó a 235.235,6 millones de pesos (de 1993) y luego trepó constantemente hasta llegar a los 304.543,15 millones el año último. La tasa de desocupación bajó del 20,8% en el cuarto trimestre de 2002 al 10,1 por ciento en el mismo período del año último. La pobreza disminuyó 20 puntos del 53,4% en mayo de 2003 al 33,8 por ciento en el tercer trimestre de 2005 y la indigencia se redujo a menos de la mitad (de 25,6% a 12,5%), según un informe de la Sociedad de Estudios Laborales (SEL). ¿Por qué, en un contexto de crecimiento, se profundiza la desigualdad, que se traduce, según especialistas, en mayor violencia social, comercio ilegal y formación de guetos? Aparecen varias respuestas entrelazadas a este interrogante; las principales y más contemporáneas, según los analistas, son el aumento de la brecha de los ingresos entre los trabajadores en blanco y en negro, y la desaceleración de la tasa de creación de empleo. Esta última cayó a poco más de la mitad (del 8,4% en 2004 al 4,5% en 2005) y fue casi nula en el sector informal. Es justamente el informal el que aún mantiene tasas de dos dígitos de desempleo (20%) mientras que el sector formal funciona en una situación de cuasi pleno empleo.


Por otro lado, los salarios registrados subieron el 89% entre 2001 y 2005, mientras que los no registrados se incrementaron un 31% y los públicos treparon 25 por ciento, según datos de la consultora Abeceb.com. En enero, los salarios no registrados subieron el 4,06% frente al 1,46% de los registrados (en comparación con diciembre de 2005), pero ese aumento, aunque auspicioso, aún resulta insuficiente al entrar en juego otro factor: la inflación. "En 2001, con un salario real medio se podía aspirar a cuatro canastas básicas alimentarias; hoy, a pesar del crecimiento del salario, apenas se llega a alrededor de dos canastas ($ 393,02 cada una)", destaca Agustín Salvia, sociólogo investigador del Conicet y jefe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. "Con una inflación del 12%, no creo que los informales puedan recuperar el salario real", agrega Ernesto Kritz, presidente de SEL. "La conjunción de estos factores hace que los ingresos de los deciles más bajos, donde predomina el trabajo informal, hayan evolucionado por detrás de los ingresos de los deciles medios y altos, donde se concentra el empleo formal. Por eso se concentró la reducción de la pobreza en la clase media. En la base de la pirámide social, la pobreza y la indigencia permanecieron prácticamente inalteradas: en el tercer trimestre de 2005, el 99% de la población de estos hogares seguía debajo de la línea de pobreza". Hay también factores estructurales en juego que profundizan la desigualdad, según Salvia, Aldo Neri, ex ministro de Salud, y Bernardo Kosacoff, director de la oficina argentina de la Comisión Económica para América latina (Cepal). Kosacoff explica que, desde los años 70, la economía muestra un "comportamiento cíclico, con amplia volatilidad, en el que durante los períodos de expansión el nivel de ingresos no alcanzó a recuperar el terreno perdido en las crisis, [y que] durante esos años se deterioraron los servicios públicos y la educación, y hoy vemos que los pobres tienen que pagar más caro el gas porque lo compran en garrafa". Salvia agrega: "Después de 30 años de fracasos económicos, se ha cristalizado una estructura informal en el empleo, las cadenas de distribución y el consumo. Se gestaron dos economías, una formal y una informal, que se consolidaron con el proceso de desindustrialización". Entre los factores inmediatos y estructurales, se ubican las fallidas políticas y la mala y menor asignación del gasto público social. Este último, medido en transferencias no monetarias dirigido mayoritariamente a los hogares de bajos ingresos, es todavía sensiblemente inferior al del período de crisis 1998-2001, e incluso al del promedio de los años noventa. En 2004 (último dato disponible) el gasto consolidado a precios constantes en educación básica, atención pública de la salud, y promoción y asistencia social pública fue un 20% más bajo que en 1998-2001 y el 5% inferior al promedio de 1991-2001. Kritz explica que el gasto público tiene un efecto redistributivo a favor no sólo de los más pobres, sino de quienes no lo son, e incluso de los más ricos. El caso más claro es el de la educación pública universitaria. "El 85% de los alumnos de las universidades públicas pertenece a hogares que están sobre la línea de pobreza", subrayó. Jorge Colina, del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), agrega que sólo el 17% del gasto llega a los más pobres y Neri critica "un sistema de cobertura social que sigue vinculado a la condición laboral, algo que resulta antiguo e inequitativo en un mercado de trabajo afectado por la informalidad". Finalmente, aparece otro factor que contribuye a la desigualdad: una estructura tributaria que presiona a los compradores. Más del 50% de los recursos se origina en impuestos sobre el consumo, según Nadin Argañaraz, presidente del Ieral de la Fundación Mediterránea." Los números poseen la elocuencia suficiente como para darnos cuenta del casi irreparable daño que sufre un alto porcentaje de la sociedad argentina. El predominio de cifras a las palabras es necesario para abrirnos los ojos y darnos cuenta de la calaña de quienes rigen nuestros destinos. No solo el voto es la herramienta para abortarles el poder. Es necesario mancomunar fuerzas, preparar dirigentes nuevos que careazcan de esa voracidad de poder que enceguece a casi todos quienen lo ejercen. No será época de tomar las armas, pero tomemos la palabra como arma y al menos no dejemos que nos sigan robando el pan

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